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Foto del escritorRosa Sanchez

Las cualidades del yogui

Actualizado: 8 oct 2021


Patanjali dijo que hay personas afortunadas que ya nacen en un estado de iluminación, pero el resto de mortales tenemos que esforzarnos para reunir las cualidades necesarias. ¿Y cuáles son esas cualidades que necesita una persona para llegar al estado de yoga? El sabio nos las dejó en el sutra 1.20:


“shraddha virya smriti samadhi prajna purvakah itaresham”

Shradda: la fe

Virya: la energía, el vigor y el coraje

Smrti: la memoria

Samadhi: la conciencia plena

Prajna: la sabiduría


¿Les echamos un vistazo de forma más detallada?


1. Shradda. La fe.


Tradicionalmente, solemos entender la fe como una cualidad religiosa: tener fe en Dios. Pero cuando hablamos de yoga, no nos referimos necesariamente a este aspecto de la fe, aunque si eres creyente, puedes incluirlo perfectamente. La fe es la confianza plena, la certeza de que aquello que estamos haciendo es lo correcto y adecuado para poder alcanzar el estado de unión y plenitud.


Podríamos hablar de distintos tipos de fe en el yoga: fe en la práctica, fe en nosotros mismos y fe en el maestro. Como sadhakas, tenemos que ser capaces de darle sentido a nuestra práctica, saber que lo que estamos haciendo tiene una razón de ser, que no lo hacemos mecánicamente, sino que lo hacemos con una intención concreta. Si no creemos en nuestra práctica, esta no servirá para nada, sólo habrá sido un ejercicio gimnástico o sentarnos en silencio.


Deberíamos confiar en nosotros mismos, no limitarnos innecesariamente o victimizarnos. Entender que tenemos unos límites pero que si ponemos pasión y esfuerzo en lo que hacemos, podemos crecer inmensamente. Tu práctica es perfecta, sea la que sea. Lo que hace que tu práctica sea yoga no es que te dobles más o menos, sino dónde tienes la mente mientras haces todo eso. Es tan yogui el que se pone la pierna detrás de la cabeza como el que no llega a tocarse los pies, porque los dos lo hacen con conciencia plena.


Deberíamos tener confianza en el maestro. Si has buscado guía y consejo de alguien que sabe más que tú, por algo será. ¿Entonces por qué rechazas las enseñanzas cuando te las da? Confía en su sabiduría y experiencia y no dejes que tu ego te ciegue. A veces lo que nos dice el maestro nos duele o nos molesta, pero en realidad solo nos hace de espejo. El maestro no quiere herirte, solo ayudarte. Deja que te guíe y aparta los juicios de valor para cuando tengas más conocimiento de la materia. Para los que desgraciadamente no hemos nacido ya en un estado de unión, nos es imposible aprender a andar por esta senda sin un guía. Deja, pues, que este haga su trabajo. Confía y ten fe. Sólo así llega el cambio que buscas.



2. Virya: la energía, el vigor y el coraje.


Este término suele entenderse como la diligencia, el entusiasmo y el esfuerzo; la actitud de volcarse con empeño y entusiasmo en una actividad o lo que los seres humanos de a pie llamaríamos “hacer las cosas con ganas”. Esto, obviamente se aplica tanto a la práctica del yoga como a la vida misma. Afrontar las situaciones y las tareas, nos gusten o no, con determinación es una virtud y nos eleva espiritualmente.


Encarar nuestra práctica de asana con pereza o dejadez no tiene el mismo efecto que hacerlo con convicción y motivación. Recuerda que para que la práctica de asana o la meditación cumplan con su cometido, hay que creer en ellas (shradda, fe). Y este es uno de los motivos principales por los que suelo decir que mejor no hacer ninguna práctica de yoga que hacer una cortita de 20 minutos y con prisa para acabar rápido. No se trata de hacerlo porque hay que hacerlo. Se trata de hacerlo bien y con ganas.


Y lo mismo pasa con todas las cosas de la vida. A menudo solemos sentirnos asqueados ante el deber, y al encarar las tareas con una actitud de “tengo que” acabamos convirtiéndolas en un castigo. El yogui no se lo piensa ni le da vueltas, el yogui actúa con energía, con Virya, y aparta el “tengo que” para centrarse en el “voy a”. “Voy a estudiar para este examen”, “voy a limpiar la casa”, “voy a hacer esos recados”, “voy a hacer mi sadhana”... y así va transformando la obligación en intención, y ya no es un castigo, sino un hecho e incluso una liberación. Pensar y querer hacer algo está muy bien, pero hacerlo es lo que te lleva por la senda del yoga y en definitiva, por la vida.


Dato curioso: ¿sabías que mi nombre espiritual “Irya”, deriva de la palabra “Virya”? Irya Devi significa “diosa vigorosa y energética”, y es un nombre que llevo con mucho orgullo (permitidme la expresión) y cariño, ya que define la forma en la que quiero encarar mi vida: con ganas.


3. Smrti: la memoria.

Este concepto nos recuerda la importancia del compromiso con la senda del yoga, con nuestra sadhana y con nuestros maestros. En momentos duros, solemos desviarnos del camino y olvidar lo que el yoga o las personas cercanas han hecho o pueden hacer por nosotros. Es bueno recordar que, pase lo que pase, el mundo y las personas siempre están ahí, y por lo tanto, antes de actuar siempre deberíamos considerar si estamos siendo justos, si vamos a herir sensibilidades o si estamos robando el mérito a otra persona. No estamos solos, no hemos llegado solos al sitio donde estamos.


Honrar la memoria de quienes nos han precedido, dar crédito a las personas que nos han enseñado lo que sabemos, dar las gracias a quien nos ha guiado o facilitado los conocimientos son sólo algunas de las cosas que podemos hacer. Es fácil, no cuesta nada y creamos buen karma.


¡Y qué decir de la importancia de no olvidar los errores del pasado para no volver a cometerlos en el futuro! No se trata de negar u olvidar el pasado, y no se trata sólo de aprender de él para poder ser mejores personas nosotros mismos, sino que también es nuestra responsabilidad intentar que los demás también lo entiendan, especialmente si se trata de aspectos que nos afectan a todos los seres humanos.



4. Samadhi: la conciencia plena, la meditación, la quietud de la mente.


Dijo Carl Jung: “Tu visión será clara cuando consigas mirar dentro de tu corazón. Aquel que mira hacia afuera, sueña; aquel que mira hacia adentro, despierta.”


La mayoría de las veces que hablamos de Samadhi nos referimos al octavo y último escalón en el Ashtanga Yoga de Patanjali y solemos traducirlo como “plenitud”, “liberación” o “iluminación.” Sin embargo, al hablar de las cualidades del yogui, Samadhi adquiere un significado más cercano a lo que llamaríamos “compromiso con la práctica de la meditación” o “atención plena”. Estar abierto a observar la mente, sus fluctuaciones y buscar un estado de consciencia plena en el que uno ya no es perturbado por ningún estímulo, sea interno o externo, y se concentra totalmente en aquello que está haciendo es una virtud del auténtico yogui.


Como ya he dicho anteriormente, lo que hace que tu práctica de yoga sea yoga, no son las posturas, ni siquiera sentarte cinco minutos a respirar o meditar. Si no haces ninguna de estas cosas con conciencia plena, no importa lo avanzado que estés, sólo estás haciendo cosas. A menudo suelo sentirme frustrada cuando no consigo aquietar la mente y centrarme en mi práctica, siento que voy haciendo posturas mientras mis pensamientos se dedican a volar caóticamente por mi cabeza. ¿Puedo llamarle yoga a eso que he hecho hoy? Probablemente no. Sin embargo, hasta la más pequeña acción, por absurda que parezca, puede convertirse en un acto meditativo y de atención plena y en definitiva, yoga: fregar el suelo, pelar patatas, caminar por la calle… El yogui pone todo el foco de su atención en aquello que hace, no existe nada más, y él y lo que hacen se funden en una misma cosa..


Suelo decir muchas veces que me suena súper extraño cuando la gente dice que practica yoga y meditación, porque yoga y meditación son la misma cosa. Puedes hacer posturas sin hacer yoga, pero no puedes hacer yoga sin meditar. La virtud del yogui es pues, poner esta conciencia en su práctica y entenderla como algo mucho más allá de lo físico.


5. Prajna: la sabiduría.


Se trata del conocimiento real que ganamos a través de la experiencia en la meditación, el autoestudio y la retrospección (nuestra capacidad de aprender de las experiencias vividas). La sabiduría es, en definitiva, la inteligencia divina, la que va mucho más allá de la inteligencia racional. Esta inteligencia es innata a cualquier ser humano, es un potencial que ya está en nosotros, pero que sólo puede aflorar cuando la cultivamos.


Prajna es un estado de conciencia pura que va más allá de cualquier sistema de creencias, religión o ideología. Es como tener la oportunidad de tener la verdad absoluta ante tus ojos sin filtros, sin sistemas morales, dogmas o ideas preconcebidas. Obviamente, llegar a tal estado de percepción es todo un reto, ya que para cualquier ser humano es prácticamente imposible no dejarse engañar por sus sentidos. Sin embargo, reconocer que lo que vemos, oímos y pensamos no es la verdad absoluta, sino una serie de estímulos procesados por nuestra mente parcial, ya es el primer paso para alcanzar una visión más clara de la realidad. Como he comentado en muchas ocasiones, no existe tu verdad o mi verdad. Solo existe LA verdad, y esta solamente se vislumbra a través de la práctica y el desapego. Y por eso en el camino espiritual del yoga practicamos asanas y meditación para llevar la mirada hacia adentro y así acercarnos un poco más a esa sabiduría.


Y ahora, amigo/a yogui, te invito a reflexionar. ¿Cómo puedes traer fe, energía, memoria, conciencia plena y sabiduría a tu vida? La respuesta probablemente ya la conozcas, solo queda materializarla.



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